
por Martín Martínez
Estaba el Cid Ruy Días sentado al lado del cálido fuego, antes de su gran batalla, recordando sus hazañas hasta ese día.
Cuando el Rey Alfonso VI lo llamó, el Cid partió a un gran combate contra los moros, quienes ensordecían las ciudades con sus gritos y sus espadas, que acallaban las voces de los hombres que osaban enfrentarlos. El Cid acudió y frunciendo su espada, derramó la sangre de sus enemigos y la hizo correr por el filo de su espada, venciendo así a los moros y ordenó a sus hombres que recogieran los tesoros de los muertos, víctimas de la furia del Cid.
Viendo, los nobles de mayor rango, que el Cid podría ganarse sus puestos, le dijeron al Rey que el Cid había robado parte de sus riquezas. Y el Rey, creyéndose lo que le dijeron, destierra al Cid.
El Cid, antes de alejarse de su tierra, preguntó: // _” ¿Quién ha de seguirme, dejando atrás sus bienes?”. Solo unos pocos siguieron al Cid, quien se dirigió a Cardeña para entregarle a su esposa lo que le quedaba en su hogar y pasar la noche acampando en la frontera con sus hombres.
Llegó el Cid Ruy Días a Cardeña y lo recibió un hombre, que a juzgar por sus vestidos, era del monasterio; y dio Rodrigo Días de Vivar todo su dinero a ese hombre para que se lo entregara a Jimena, su esposa, se encomendó a Dios para que los protegiese.
Exactamente cuando el Cid partía, un centenar de castellano se veía en el horizonte.
Llegando la noche, el Cid y sus 300 vasallos que lo seguían, acamparon en la frontera de Castilla y en esa misma noche, Alvar Fañes, uno de los hombres más cercanos de Ruy Días, piensa una estrategia para sobrevivir en el territorio enemigo.
Amaneció, y los rayos del sol golpeaban los rostros de los desterrados. Siendo ya la hora octava del día, Fañes ofrece su estrategia al Cid, que consistía en dividir el pequeño ejercito para reconquistar la ciudad de Castejón. Y llegando la hora novena del día, las puertas de Castejón se abrieron, y el plan se puso en marcha. De una emboscada, El Cid y 100 de sus hombres, invadieron el interior de la ciudad, mientras tanto Fañes y el resto de los hombres, rodearon la ciudad para que nadie escapara. El Cid, en la batalla, de un movimiento, decapitó a 6 moros, y acabó con el resto de ellos. Habiendo vencido y reconquistado Castejón, se quedaron allí para descansar y abastecerse.
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