
por Ruth Dos Santos
El rey Alfonso le da una grande misión a Rodrigo Díaz, un gran caballero, respectuoso y conocido, él la cumple espetacularmente bien. Pero, algunos envidiosos le dijeron al rey qye Rodrigo le había robado.
El rey enojadísimo lo expulsa de su tierra, y da la orden para que se vaya en nueve diás, y además dice qye nadie puede ayudarlo, porque lo que así hace perderá todos sus bienes, hasta el ojo de la cara, el cuerpo y el alma.
La mayoría de las personas tiene pena de él, pues no creían que era un ladrón, y sesenta personas renúncian a todos sus bienes y se van con él, a apoyarle.
Muy triste, dejando su tierra, hijas y esposa, se va, con el corazón partido.
Al llegar en Burgos, tiene una gran sorpresa, el rey había dado la orden para que nadie lo recibiera, llegando en una posada le cierran la puerta en la cara.
Desesperado, triste y con mucha hambre junto a los sesenta hombres que lo seguían acampa en un arrenal.
La noche se aproximaba, hacía demasiado frío, la tristeza le invadía cada día más. Tiene una idea manda que uno de los hombres vaya a comprarles comida, el pobre se va, con esperanza, alegre porque pensaba: Voy a alimentarme, al fin!
Al llegar, le niega vender comida, la voz y amenazas del rey hablaba más fuerte.
Vuelve el arrenal, desilucionado, comunica a Rodrigo que no les vendieron alimento, la situación era la más difícil y complicada que se podría imaginar.
Finalmente, una luz, en el otro día llega Martín Antolínez les da comida, les ayuda, protegelos y dejando todo también lo sigue.
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